lunes, 25 de mayo de 2009

En busca del Pasado



Después de hablar con el Vidente en medio de la nada en el Desierto del Norte y decirme que tenía que buscar al Cazador, al Ángel y al Pastor, que serían importantes en lo que se avecina; seguimos rumbo al Norte son unas espléndidas monturas, unos pegasos, disfruté bastante surcando el frío aire encima de la más joven de las dos que vinieron en respuesta a la llamada de Iomar.

Increíble pero cierto, he conseguido que Iomar me cuente un poco de su vida... al menos por fin se exactamente cuando nació y cómo se llamaba su madre, Kemesna.

Es una relación extraña la nuestra... se que es mi padre, pero a veces cuando miro a Anson con los niños no puedo dejar de preguntarme si alguna vez yo viví eso con él en los pocos meses que viví como tenía que haber vivido.
Es verdad que ahora ya queda fuera de lugar, al fin y al cabo yo ya tengo (al menos físicamente) unos dieciocho años, soy madre, bastante suficiente pero tiene delito que Héctor me tenga que dar las palmaditas en la espalda cuando hago algo bien... ¿estaré tan sedienta de aprobación como para que un demonio se de cuenta?

Vaya pensamientos para tenerlos al lado de la hoguera en un desierto estepeño e intentando dormir al lado de mi padre.



A la mañana siguiente ya vislumbrábamos una vieja ciudad en ruinas con un imponente castillo... ahí debía estar el siguiente Nodo, en el castillo.
A medida que nos acercábamos y veíamos con claridad el castillo la sensación de familiaridad era mayor, pues no era una construcción humana; sin duda esto lo había hecho las hadas, hace mucho, mucho tiempo, pero indiscutiblemente la mano de los artesanos élficos estaba allí; en un principio asimilar que tal ciudad pudo estar en medio de la nada parecía imposible, pero claro, si yo misma puedo hacer algo en Barant ¿qué no puede hacer un gobernante de verdad en sus dominios? Mi madre puede hacer de todo en su Reino, así que la idea de hacer crecer bosques enteros y jardines no es tan descabellada.

Al entrar en palacio la sensación de familiaridad fue más fuerte, como un susurro, una respiración, algo que hizo que me estremeciera levemente a medida que iba andando hacia las entrañas del castillo; guiada por esta sensación recorrí las salas hasta llegar al salón del trono, allí estaba el origen.

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